jueves, 23 de junio de 2016

ESTE JUEVES: MIEDOS NOCTURNOS INFANTILES





La luz de la mariposa que su abuela tenía encendida siempre en una pequeña capilla, era la causante de las sombras que se proyectaban sobre las paredes del dormitorio, sombras que a la pequeña Manolita se le figuraban espectros fantasmales que se desplazaban de un lado a otro esperando cogerla desprevenida. La niña se tapaba la cabeza con el embozo de la sábana, se centraba en el colchón para estar alejada de los filos por donde pudieran agarrarla y pedía que aquellos malignos se cansaran y desaparecieran, y sin bajar la guardia intentaba distraer su mente sabiendo que la luz del amanecer se comería los fantasmas, siempre era así porque cuando ella despertaba ya no se les veía por ninguna parte. 
Manolita siempre fue miedosa, unas veces eran las sombras, otras los sonidos que le llegaban de la parte exterior de la casa, golpes en la azotea, ventanas que se abrían, puertas cuyos goznes rechinaban, el soplido del viento entrando por las rendijas de la montera, cualquier crujir era motivo para que sus miedos afloraran y se pusiera en marcha su imaginación. Muchas noches, como dormía en la misma habitación que su tía, se bajaba temblorosa, con el temor de que algún ser escondido bajo  la cama le sujetara sus piernas menudas antes de tener tiempo a llegar a la otra cama de la que apenas la separaba un metro pero que a ella  le parecía un inmenso precipicio al que podría caer y ser engullida por monstruosas criaturas.
Cuando se oían las golondrinas revoloteando por el patio y la luz del día empezaba a borrar todas las sombras, Manolita se dormía profundamente, era el momento más feliz de sus sueños, cuando la oscuridad era devorada por los primeros rayos de sol y con ella se iban sus pesadillas.



Esta semana nos encontramos aterrados en el blog de Charo.





18 comentarios:

Nereidas-andresdeartabroblogpost,com dijo...

En los humanos cada cual tiene sus propis miedos, se suelen llevar dentro y hay para todos los gustos
Besos
André

Juan L. Trujillo dijo...

No puedo asegura que fuese miedo, pero si bastante desagrado con aquellas capillas de virgen o santo, que al menos en mi pueblo, se trasportaban cada semana de casa en casa y que debían tener siempre encendida o una palmatoria o unas mariposas en recipientes con aceite.
Llegaban a mi casa esos cajones cerrados y siempre era un motivo de desasosiego para mí el saber que santo encontraría dentro, que algunos corazones sangrantes, si no miedo al menos inicio de vomito si me produjeron.
Sigo sin participar en estos jueves: ando liado con mis relatos "Retratos en sepia" y no me queda tiempo.
Un beso.

El Demiurgo de Hurlingham dijo...

si tenemos imaginación, la realidad es tan peligrosa como nuestra existencia.
Es común temerle a la oscuridad, cada objeto cotidiano parece volverse siniestro. La llegada del día puede ser una tregua. Tu relato lo cuenta bien.
Saludos.

Manolo ruiz dijo...

Un relato fácil de leer y que nos devuelve a tiempos infantiles, tan añorados.
Qué imágenes tan cercanas y tan llenas de recuerdos.

Ester dijo...

Pobrina que miedos, dan ganas de sacarla de aquella casa ruidosa en la penumbra. Un abrazo

Sindel Avefénix dijo...

Ay pobrecita! Cuántos miedos nocturnos, de esos que todos hemos tenido alguna vez, pero que en este relato se sienten mucho más intensos y preocupantes. Eso de dormirse recién a la madrugada, de pasar la noche temerosa, debe ser algo espantoso.
Un beso enorme.

Max Estrella dijo...

Me ha encantado el relato pero sobre todo sus imágenes: una mariposa en la mesilla, frágil pero que luego proyecta sombras sobre un mundo entero; la luz del amanecer y las golondrinas, siempre las golondrinas...con sus vuelos rasantes son símbolo conciliador, por lo menos para el sueño de nuestra niña...
Precioso...
Besos

CARMEN ANDÚJAR dijo...

La obscuridad, hace venir los peores monstruos, y cuando una es pequeña, esas sombras se hacem gigantes con ganas de devorarnos, y no lo podemos remediar.
Muy bien relatado.
Un abrazo

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Qué bien has descrito las sensaciones que la pequeña va superando a medida que transcurre la noche y reaparece el día!. Bonito relato. Un fuerte abrazo!

Relatos en la red dijo...

La verdad es que hay muchos peques a los que les da miedo la oscuridad, la imaginación les vuela y no para idear cosas agradables, sino todo lo contrario, pero qué buenos relatos escribirían si se pusieran a ello, ¿verdad? Me ha gustado mucho Leonor, describes muy bien y en pocas palabras algo que yo he sufrido en ciertas ocasiones cuando era una niña.

Fernando De Arnáiz Núñez dijo...

De peque, tuvimos una señora de aldea gallega que se quedaba a nuestro cuidado a veces, y al meternos en la cama, en lugar de nanas, nos contaba historias sobre La Santa Compaña,,,,
Alguna vez después de ver pelis nocturnas de terror o si pensaba en cosas endemoniadas, jjjj.
Pero no suelo tener miedo !
Una bonita historia para no dormir, como las de la TV !!

rosa_desastre dijo...

Yo también recuerdo una candileja así, unos fantasmas que se agigantaban a medida que las agujas del reloj avanzaban. El miedo rechinaba los dientes hasta que el sol se colaba por la mañana... que lindooooo.
Besos

Manolo Ruiz. dijo...

Una forma de condensar la respuesta con un estilo sencillo y cercano. Una maravilla.

Charo dijo...

Lo has contado muy bien bien Leonor! Me ha transmitido y recordado sensaciones de cuando yo era pequeña...los mismos miedos y angustias. Mi abuela tenía una imagen de Jesucristo en el pasillo con dos lamparitas pequeñas que a mí me daban miedo también por las sombras que producían, pero la oscuridad total era peor, así que le decía que la dejara encendida...Yo también dormía con mi abuela pero claro, ella se acostaba mucho más tarde, pero yo no me dormía hasta que ella no se acostaba también. Qué miedo pasaba!
Gracias por participar.
Un beso

Encarni dijo...

Las sombras siempre han causado miedo, lo has contado así como son esos miedos a la oscuridad acompañada de la imaginación. Otra cosa es jugar con las sombras, eso es más divertido.

Un beso.

Diva de noche dijo...

Pobre Manolita...ojalá no este en edad de clases porque se dormirá en el pupitre jejejee...que bueno que se cumple el dicho de que por muy larga que sea la noche..siempre sale el sol..besoss

Anónimo dijo...

Esas sombras proyectadas sobre la pared, movibles por mor de la llamita que las proyecta, siempre han sido fuente de miedos infantiles y no tan infantiles. Me has traido a la memoria alguno de mis miedos infantiles.
Muy bien narrado, Leonor. Un fuerte abrazo.

Tracy dijo...

Es verdad... se me había olvidado las sombras que de la lamparilla, ¡qué bueno!