miércoles, 9 de mayo de 2012

TELONERO




   Un cuento, mañana hablaremos de los cuentos, o contaremos cuentos, o nos meteremos en un cuento, cada uno jugará a su manera con el tema que este jueves nos ocupa. Mi cuento está ya en la parrilla de salida, aguardando la hora de echar a volar en solitario, desligándose de mí, viviendo su propia existencia.
   Hoy quiero contar otra historia, una de mi niñez que recuerdo con especial cariño y que guarda relación con el mundo de los cuentos. Es por eso que ha venido a mi memoria.
    Todas las noches a la hora de entrar en el mundo de los sueños, esperaba anhelante el cuento que mi tía me contaba para ir entrando en el dulce sopor que me trasladaba a los brazos de Morfeo.
   A la pregunta de qué cuento quería siempre respondía que el de "los siete cabritillos y el lobo", y no sé que me hacía desear oírlo porque me daba terror. Mi tía noche tras noche me recordaba que luego lloraría y que me angustiaría cuando el lobo lograba engañar a los cabritos, pero yo erre que erre, quería que me lo contara.
   Y ocurría, en cuanto los inocentes cabritillos se convencían de que quien llamaba a la puerta era su mamá, yo comenzaba a hipar para acabar llorando mientras le pedía a mi narradora que aligerara para que pasara rápido el tiempo y la madre cabra abriera la barriga del lobo y liberara a los pequeños. En ese momento acababa mi llanto y aplaudía porque los alegres saltarines salían felices del interior del malvado.
  Ya de mayor me he preguntado muchas veces por qué tenía esa fijación con el cuento mencionado sabiendo que producía en mí semejante lloriquera. Seguramente la felicidad del final compensaba ese sufrimiento, a veces creo que todos somos un poco masoquistas.







4 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja, me río por que te veo pidiéndole a la tía eso de venga, vamos, que quiero que llegue le final...jajaj
medio beso.

censurasigloXXI dijo...

Pues fíjate lo que son las cosas... yo lloraba cuando le abrían la panza al lobo, el pobre, con el hambre que tenía siempre y nunca le dejaban comer... ya era yo rarita entonces? Amiga mía, ya me has hecho dudar...

Un besito bien gordo, como la panza del lobo!

Juan Carlos Celorio dijo...

Bonito prejueves. Sí, claro que nos gusta pasarlo mal siempre que terminemos venciendo, como los alegres y saltarines cabritillos al lobo malo.
Es un esquema que se repite en casi todas las historias, (cuentos, películas, hasta en el fútbol).
Besos, voy a tu jueves.

Anónimo dijo...

Te daba terror, pero deseabas llegar a la felicidad de esa madre de ver a sus hijos. Todos deseamos siempre que nuestras familias se encuentren bien.
D.B.B. te manda besos.
PD. A mí me gustaba el final del cuento.